El pasado lunes 10 de febrero diversos medios de comunicación informaron sobre el contagio por Covid-19 (un tipo de neumonía) de una mujer de 62 años residente en el complejo residencial de Hong Mei House de Hong Kong. El caso habría sido uno más de los 80.596 registrados con fecha 26 de febrero, de no ser porque la explicación de los expertos del Departamento de Microbiología de la Universidad de Hong Kong fue inquietante: los conductos de ventilación (extracción) -afirmaron- que conectan verticalmente todos los aseos de esos inmuebles, podrían haber facilitado la transmisión del virus.
Posteriormente, diversos estudios han mantenido que el contagio de este virus tiene lugar a través de gotas de tamaño medio y no de forma aérea, pero esto no explica este caso de Hong Kong, que es un indicativo de que puede haber otras formas de transmisión.
Este hecho plantea diversos interrogantes: ¿Son efectivas las cuarentenas en los edificios residenciales, hoteles, residencias de ancianos o en cruceros? ¿Qué sucede si de hecho, ya hay algún infectado confirmado en dichos espacios? Y yendo un poco más lejos, si el infectado abandona el espacio ¿Se pueden contagiar todavía quienes quedan en él? ¿Y qué podemos hacer los arquitectos para prevenir contagios de enfermedades en espacios cerrados?
Antes de responder, conviene ponernos en contexto. Las normativas actuales obligan a que los edificios industriales, comerciales y de oficinas, dispongan de sistemas mecánicos de suministro de aire fresco, el cual puede ser filtrado, calentado o enfriado y en ocasiones humidificado, para garantizar las condiciones de uso adecuados. En estos equipos y sistemas (conductos, tuberías, etc.) se pueden dar las condiciones idóneas para el crecimiento y dispersión de los microorganismos o agentes biológicos. Los microorganismos pueden ser transportados por el agua destinada a la humidificación de los espacios interiores, por el aire exterior o por el aire recirculado en el interior de los edificios.
En viviendas, la falta de ventilación, puede provocar que los patógenos tengan unas condiciones de temperatura y humedad que faciliten su propagación. Los altos niveles de hermeticidad en espacios interiores -exigidos por directrices energéticas-, dificulta la regulación natural del aire interior y, en ausencia de adecuados sistemas de climatización y ventilación, pueden causar una mayor acumulación de vapor de agua en el interior. De esta forma se crean unas condiciones idóneas para el crecimiento de microrganismos.
Estos son solo algunos escenarios, que sin embargo ponen en evidencia que la arquitectura desempeña un rol fundamental en la prevención y control de enfermedades. En este sentido, los criterios de la Arquitectura Saludable ofrece soluciones que ahora más que nunca resulta útil comprender y poner en marcha.
Un referente para el caso de las viviendas en este sentido, es el estándar Passivahaus, que aúna una gran hermeticidad con una cuidada renovación de aire, que puede incorporar además filtros tanto en la aportación del aire fresco como en el que se recircula. De esta manera, se garantiza una calidad óptima del aire que ser respira.
El papel de los filtros resulta imprescindible y la normativa es relativamente estricta en edificios. Los virus son los microorganismos de menor tamaño (entre 0.02 y 0.3 micras) y los filtros más potentes que existen (HEPA y ULPA), filtran un porcentaje muy alto entre las 0.12 y las 0.3 micras. Otro tipo de filtros, de esterilización ultravioleta, destruyen el ADN de los microorganimos.
Un nuevo método desarrollado por investigadores de la Universidad de Michigan ofrece una nueva oportunidad de mejora: una solución con plasma no térmico que puede eliminar el 99.9 % de los virus en el aire en menos de un segundo a través de la liberación de fragmentos energéticos cargados de moléculas.
En las viviendas hay problemas de infiltraciones porque son poco herméticas. Estas infiltraciones se producen en todo el perímetro o envolvente, tanto en las fachadas como en las medianeras, así como en las instalaciones que las comunican. Podemos constatarlo cuando los olores pasan de unas viviendas a otras, pues el mismo aire que traslada esos olores, traslada los microorganismos.
Y entonces ¿qué podemos hacer para evitar la transmisión en los edificios por vía aérea? Lo primero que debemos tener presente es que los sistemas y conductos de ventilación al uso son medios de propagación de los virus por todo el inmueble. Frecuentemente se apagan por las noches, por lo que se para la corriente de aire que impide que el patógeno se propague en la dirección contraria al movimiento del aire. Luego, para evitar que los diversos patógenos que se encuentran en el ambiente se propaguen por los conductos, es esencial el uso de los filtros más eficientes. Tanto cuando se extrae como cuando se aporta aire. Es conveniente revisar los sistemas de ventilación de todos los edificios para prevenir el contagio de enfermedades entre sus usuarios.
Mi bisabuelo, que era médico, solía decir que “donde entra el sol, no entra el médico”. Y se refería en gran medida a que la falta de ventilación adecuada y de soleamiento, provoca que los patógenos proliferen con más facilidad.
Es clave tomar conciencia de que pasamos el 90% de nuestra vida en espacios cerrados, y en consecuencia, no deberíamos esperar a que los edificios nos enfermen para recordar que la arquitectura impacta nuestra salud y bienestar. Esto debería ser un enfoque irrenunciable para todos.
Publicado previamente en LinkedIn el 27 de febrero 2020. https://www.linkedin.com/