Es conmovedor observar cómo las personas recuperan el espacio que había ocupado el coche: Las ciudades están peatonalizando provisionalmente algunas calles y el tráfico ha descendido a niveles históricos con una media del 70%. Si el teletrabajo se consolida parcialmente, como así parece, el tráfico continuará en ese tendencia.
Así las cosas, un nuevo modelo de movilidad está naciendo por necesidad, marcado también por el autoabastecimiento eléctrico de las viviendas que producirá un auge de vehículos eléctricos: patines, bicis, motos, coches. Y el aire lo nota, ya no es el mismo, y nosotros -que respiramos hasta 15.000 litros de aire al día- lo agradecemos. Según un estudio reciente de Ecologistas en Acción, la contaminación urbana ha sido un 58% menor de lo habitual en estas fechas.
El ruido ha sido otro de los damnificados. Se estima que cerca del 20% de la población de la Unión Europea sufren niveles de ruido que los científicos y expertos en salud consideran inaceptables y según datos de la Comisión Europea, provoca al menos 10.000 casos de muertes prematuras anuales. Sin embargo, ahora da gusto abrir las ventanas en las viviendas de las ciudades, por no hablar de las terrazas, que sin ruido y con el aire que respiramos ahora, se disfrutan doblemente.
La situación que hemos vivido, especialmente durante las semanas en que los accesos a los grandes parques han estado cerrados, ha puesto de relieve la necesidad de integrar más zonas verdes en las calles. Y han empezado a crecer las iniciativas de huertos urbanos: reaparece el autoabastecimiento. En Madrid, un total de 21 huertos urbanos de la capital, 18 de ellos comunitarios y tres municipales, están donando sus cosechas a los colectivos más vulnerables durante esta pandemia.
La nueva normalidad no se trata solo de cambios que llegan a la fuerza, sino de oportunidades para actuar mejor, para re-imaginar nuestras dinámicas. Se trata de un nuevo comienzo en el que podemos aprovechar las lecciones aprendidas e introducir los parámetros que la hagan más saludable, respetuosa con el medio ambiente y resiliente ante otras crisis.
Tenemos por delante el reto de redefinir las ciudades del futuro, buscando que aprovechen las ventajas que ofrece la tecnología y los conocimientos acumulados para que sean saludables para sus habitantes, para que sean las urbes en las que puedan vivir las generaciones por venir.