El pasado 7 de febrero, Donald Trump anunció que el Covid-19 desaparecería con la llegada de la primavera. La OMS y muchos gobiernos e instituciones también han puesto la esperanza en la estacionalidad, que mitiga la proliferación de otros coronavirus.
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) han declarado que “aún se desconoce si la temperatura afectará a la propagación del Covid-19 o si dicha propagación se reducirá cuando el tiempo sea más cálido”. Marc Lipsitch, profesor de Epidemiología y director del Centro de Dinámica de Enfermedades Transmisibles de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard (Estados Unidos), ha publicado un artículo en la misma línea, en el que ha afirmado que “el cambio de estación puede ayudar pero es poco probable que detenga la transmisión. Cuando el virus está a la intemperie es sensible a la desecación, al aumento de la temperatura exterior y a la luz ultravioleta del sol, y se inactiva antes y reduce la transmisión”.
Lo cierto es que, efectivamente, los rayos ultravioleta desactivan los microorganismos dañando las estructuras del ácido nucleico y las proteínas a nivel molecular, provocando su incapacidad para reproducirse. De hecho, se llevan usando años para combatir todo tipo de patógenos, tanto bacterias como virus.
La ASHRAE (American Society of Heating, Refrigerating and Air-Conditioning Engineers), una referencia a nivel mundial por sus estudios y cuyos estándares conforman la normativa de obligado cumplimiento en EEUU, ha estudiado en profundidad el efecto de los rayos ultravioleta en los patógenos y llegó a la conclusión de que los rayos ultravioleta más efectivos eran los de onda corta, concretamente con una longitud de onda entre 220 y 280 nm, y los llamó UVGI (ultra violet germicidal irradiation). De ahí que se considere que los filtros más eficientes que hay para el aire interior, en lo que a la eliminación de patógenos se refiere, son los filtros de rayos ultravioleta. Su uso en el ámbito hospitalario está cada vez más extendido, aunque desafortunadamente, se ha limitado casi en exclusividad a dicho ámbito.
En este sentido, otras iniciativas han tenido eco en los medios de comunicación en el contexto de la pandemia que estamos padeciendo. Una empresa china, Sunay Healthcare Supply, compró recientemente a la compañía danesa UVD Robots, unos robots autónomos que incorporaban luz ultravioleta, evitando la exposición del personal del hospital y el consecuente riesgo de infección.
«Con este acuerdo, más de 2.000 hospitales chinos ahora tendrán la oportunidad de garantizar una desinfección efectiva, protegiendo tanto a sus pacientes como al personal», ha dicho Su Yan, CEO de Sunay Healthcare Supply a medios de comunicación.
Pero no sólo en el ámbito hospitalario se está usando esta tecnología. La compañía de transporte público de Shangai, ha utilizado también lámparas de UV para el proceso de limpieza, reduciendo el tiempo de 40 minutos (y al menos dos empleados) a cinco minutos y con un grado de eficiencia mayor.
Se trata de una tecnología con amplias oportunidades de expansión, particularmente en la crisis que atravesamos. Ya desde hace un tiempo, en nuestro enfoque de Arquitectura Saludable en Galöw hemos venido utilizando los rayos ultravioleta para garantizar la eliminación de patógenos. “Donde entra el sol no entra el médico” reza un refrán que solía repetir mi bisabuelo. Curiosamente, parece que la ciencia y la cultura popular, basada en la experiencia, dicen lo mismo.