Antes de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya calculaba que pasamos entre el 80 y el 90% de nuestra vida en espacios cerrados. Se trata de un hecho que afecta distintas dimensiones y dinámicas humanas, y que resulta de especial interés ahora que el retorno de los trabajadores a oficinas es una tarea desafiante.
¿Cuáles son los niveles de salud y bienestar que tenemos en nuestro puesto de trabajo? y ¿Qué papel tienen la infraestructura y las adecuaciones que integran el espacio en esos niveles? Se trata de algunos interrogantes estratégicos que, ahora más que nunca, los equipos de liderazgo empresarial deben plantearse, porque determinando qué factores del entorno inciden en el bienestar de las personas, es posible preservar la salud e incluso mejorar la calidad de vida de millones de profesionales en sus lugares de trabajo.
El nuevo paradigma de gestión de las personas
En los últimos años, hemos estado viviendo un cambio de paradigma importante que podría sintetizarse en que las personas son el centro. Con la crisis del Covid19, esa perspectiva se instala definitivamente. Antes del brote, cada vez más empresas de diferentes sectores habían establecido como prioridad la creación de programas que abordaban la salud desde distintas perspectivas, como la búsqueda de la felicidad en el trabajo, o el fomento de la alimentación y de los estilos de vida saludables.
Sin embargo, dadas las circunstancias, ha quedado en evidencia que no es suficiente. Los espacios de trabajo deben cumplir con unas condiciones objetivas medibles, que garanticen a las personas el mejor ambiente interior para que no enfermen, no solo por la posibilidad de contraer el Covid, sino por otras enfermedades comunes como la gripe, la presencia de bacterias o en futuras pandemias.
El salario de las personas supone hasta el 90% de los costes operativos. De ahí, la relevancia para los equipos de management de cuidar su salud y bienestar. Tanto, que una reciente investigación de Kate Lister de la Universidad de Stanford demostró que al menos un 70% de las empresas de Estados Unidos mencionan la palabra salud como parte de su misión.
El absentismo laboral se puede llegar a reducir en un 30% ocupando espacios saludables. Esto ha estimulado el surgimiento de un enfoque de arquitectura que busca medir esas condiciones y crear oficinas con un diseño basado en la evidencia científica. Un enfoque en el que la estética y lo funcional no son los únicos criterios determinantes; y en el que prevenir enfermedades y mejorar la calidad de vida de las personas a través de los espacios es posible. Se trata de la Arquitectura Saludable.
Salud y productividad: una misma moneda
La Arquitectura Saludable plantea que existen diversas condiciones que garantizan que un espacio sea saludable para las personas. El aire, el ruido, el confort térmico, la iluminación e incluso las vistas, juegan un papel fundamental. Todo esto aplica, también para oficinas. Y aquí vale la pena que vayamos por partes.
La enorme incidencia de la calidad del aire quedó demostrada en un estudio realizado por Joseph G. Allen, profesor del programa Healthy Buildings de Harvard, en el que se duplicó la ventilación y se redujeron los niveles de COV (compuestos orgánicos volátiles) y de dióxido de carbono en el aire para ver cómo los cambios afectaban la función cognitiva de los trabajadores. Descubrieron que la toma de decisiones, la creación de estrategias y la planificación mejoraron cuando respiraban mejor. Cabe decir que sobre este componente, otros estudios como el de STOK y UC Berkeley, han revelado que una mejor calidad del aire da como resultado un incremento de la productividad de entre 8 y 11%. Algo que en estos momentos resulta crucial para disminuir la carga vírica del aire el Covid19.
El ruido puede disminuir la productividad en torno a un 15%, especialmente cuando se trata de tareas complejas. No solo impide la atención y altera los procesos cognitivos, la comunicación y el sueño, sino que puede generar estados crónicos de nerviosismo y estrés.
También hay numerosos estudios que versan sobre cómo afectan las condiciones térmicas al rendimiento. Las temperaturas inadecuadas producen una pérdida de concentración y una reducción del ritmo de trabajo. De hecho, se estima que una temperatura fuera del rango entre 20 y 24ºC en invierno, reduce hasta un 10% la productividad.
La calidad y la cantidad de la iluminación es esencial para mejorar además de la alerta y la concentración, el estado de ánimo y el sueño de los trabajadores. La luz debe adaptarse a los ritmos circadianos, a las necesidades individuales de las personas y a las tareas que realizan. Una investigación de la Universidad de Cornell de 2013, estimó que una correcta iluminación podía incrementar la productividad hasta en un 5%.
Y por último, se encuentran los beneficios incontestables de contar con la naturaleza y con vistas en los espacios de trabajo, así como el uso de criterios biofílicos en el diseño arquitectónico. Aquí tienen especial importancia las plantas naturales, que además de mejorar la calidad del aire, su visión y cercanía mejoran hasta un 15% la creatividad y el bienestar físico y emocional.
Uno de los estudios más recientes de la Universidad de Cardiff comparó los niveles de productividad de dos grupos de trabajadores de oficina expuestos a diferentes niveles de contacto con la naturaleza. Encontraron que aquellos que trabajaban en oficinas con espacios verdes naturales tuvieron un incremento de productividad del 15%, en comparación con aquellos que trabajaban en un lugar sin vegetación o elementos naturales en su entorno inmediato.
Y podríamos continuar. Son muchísimos los elementos inciden en variables como la productividad y la eficiencia, sin embargo, llegaríamos a la misma conclusión: aquellas compañías que dedican esfuerzos a construir espacios de trabajo en los que se promueva el bienestar de las personas, llegarán a ser más competitivas y excelentes, entre otras, porque reducirán las bajas laborales, mejorarán el compromiso y serán capaces de atraer y retener mejor el talento, especialmente en un contexto como el actual, en el que retomar las actividades económicas necesitará de la confianza y tranquilidad de las personas.
En la medida en que los edificios no solo sean mejores para el planeta, sino también para sus ocupantes; y en que se combinen las mejores prácticas en diseño y construcción con intervenciones de Arquitectura Saludable basadas en evidencias científicas, no solo habremos dado importantes pasos en la ruta de la competitividad y liderazgo en los negocios, sino que habremos puesto en el centro de la cuestión lo que importa realmente: la vida de quienes hacen posible que existamos como empresas. La pandemia ya nos ha demostrado que esto es relevante. La pregunta es ahora, ¿a qué estamos esperando?
Publicado previamente en habitissimo el 28 mayo, 2020. https://procenter.habitissimo.es/la-vida-en-el-centro-el-retorno-de-invertir-en-la-arquitectura-saludable/