Estos días y por obvias razones, el teletrabajo ha tomado cada vez más relevancia. La pandemia del Covid19 ha puesto a profesionales y empresas a evaluar nuevas formas para mantener –en la medida de lo posible- su operatividad. Las medidas de distanciamiento social han transformado los hogares en los nuevos espacios laborales de muchas personas. Sin embargo, es una simplificación concebir esto como una relocalización del trabajo. Como ya han expuesto varios expertos en redes sociales y medios de comunicación, implica cambios de rutina, creación de hábitos, gestión de tiempo, manejo de tecnologías de comunicación y tanta adaptabilidad como fuerza de voluntad.
No obstante, todas esas conversaciones están dejando fuera un aspecto sumamente relevante: la disposición de los espacios y sus condiciones físicas importan, básicamente porque pasaremos toda nuestra “jornada laboral” en ellos y porque si no los adecuamos debidamente, pueden incidir negativamente en nuestro rendimiento, niveles de estrés y en nuestra salud.
El ruido, por ejemplo, puede llegar a reducir nuestra productividad hasta un 15%, y a niveles altos y constantes, puede producir estados crónicos de estrés y nerviosismo, además de elevar el riesgo de sufrir ataques cardíacos y derrames cerebrales. Por su parte, la luz tiene efectos muy importantes sobre nuestra función cognitiva, el rendimiento y el sueño. Y cómo no hablar de la ventilación y de la luz natural, que cumplen una función esencial en la eliminación de patógenos que se concentran en los espacios cerrados, algo que ahora más que nunca debería importarnos.
En suma, son diversos los componentes que hacen de nuestro lugar de trabajo un espacio saludable –o no-, y van desde el mobiliario hasta el confort térmico, pasando por el confort acústico y lumínico, entre muchos otros. Por eso, como arquitecta y promotora del enfoque de Arquitectura Saludable, creo fundamental compartir algunos principios que implementamos en nuestros proyectos y obras de oficinas en las que el bienestar y la salud de los usuarios son una prioridad y que pueden ser aplicados en las viviendas. Desde luego, hay reformas estructurales que dadas las circunstancias no se pueden realizar ahora, sin embargo, otros cambios están en nuestras manos, son sencillos de abordar y tendrán efectos muy positivos.
Un buen punto de partida es procurar reservar un espacio solo para trabajar. Esto influye en la concentración y en que sea más llevadera la rutina. Conviene evitar que el dormitorio sea nuestro lugar de trabajo, y si no hubiera otra opción, nunca deberíamos trabajar sobre la cama. Es recomendable además cuidar la ventilación, y en cuanto finalicemos, sacar los dispositivos electrónicos fuera de la habitación. Todas estas medidas ayudan a no alterar nuestro descanso nocturno.
Además es conveniente aprovechar la luz natural y las vistas, si tuviéramos la suerte de tenerlas, ya que tienen un gran impacto en el rendimiento y en el estado de ánimo. Lo ideal en este sentido es tener el máximo de luz natural posible sin que deslumbre, porque produce fatiga y dolor de cabeza. Según la disposición de cada espacio, debemos evitar sentarnos de frente o de espaldas a las ventana, y permitir que la luz natural entre por la izquierda en caso de ser diestro y por la derecha si se es zurdo, dando prioridad al disfrute de las vistas.
Siempre tendremos que complementar la luz natural con iluminación artificial y ésta debe proporcionar una luz ambiente que evite que haya contrastes en nuestro campo visual. Nuestra concentración, estado de ánimo y sueño dependen de ello. Si contamos con una correcta iluminación, nuestra productividad puede incrementarse hasta un 5%. Para iluminar correctamente, podemos combinar la luz directa del flexo para trabajar en papel con una iluminación indirecta para trabajar con la pantalla.
Además de la luz, es primordial el confort acústico. Debemos buscar lugares silenciosos para trabajar y estimular conductas que respeten el silencio en particular si hay niños, pues como ya he mencionado antes, el ruido afecta poderosamente nuestra concentración, especialmente cuando desempeñamos tareas complejas. Cabe resaltar que el exceso de ruido o contaminación acústica, según la Organización Mundial de la Salud, se encuentra entre los cuatro factores medioambientales con mayor impacto en la salud, y puede producir trastornos psicofísicos, alteraciones del sistema inmunitario y como había comentado, enfermedades cardiovasculares.
Otra condición determinante en nuestra sensación de bienestar es el denominado confort higrotérmico, que tiene en cuenta tanto la humedad relativa como la temperatura. Sabemos que las condiciones térmicas y de humedad relativa, son el conjunto de parámetros que más impacta en nuestro rendimiento. Debemos intentar mantener nuestro espacio de trabajo a la temperatura de confort, entre los 20 y 22 grados centígrados y una humedad relativa entre 40 y 60%, con la ventaja de que esta humedad relativa no sólo es confortable, sino que según las últimas investigaciones, es la ideal para evitar que se propague el Covid-19 por vía aérea, aunque no impacta en el distanciamiento social ni en el lavado de manos.
No menos importante es el mobiliario. Como primera medida, es bueno recordar que la postura importa y mucho. Por eso, debemos intentar trabajar en una mesa de altura estándar, en sillas con ruedas, asiento regulable en altura, reposabrazos y respaldo reclinable -idealmente con soporte lumbar-. Si los muebles no son ergonómicos, debemos utilizar los que te permitan mantener una mejor postura. Para mantener la salud músculo-esquelética, debemos (y esta recomendación también es válida para cuando volvamos a la oficina) estirarnos regularmente y trabajar media hora de pié y media hora sentados. Un idea es aprovechar las llamadas te teléfono para mover las piernas.
Y como un toque adicional, si es posible, incluyamos plantas en el espacio de trabajo.No solo mejoran muchísimo la calidad del aire, porque aportan oxígeno, absorben CO2 y reducen los contaminantes del aire, sino que además impactan positivamente en nuestro bienestar mental.
Finalmente voy a permitirme citar a mi bisabuelo, que era médico, y solía decir que “donde entra el sol, no entra el médico”. Tenía razón, y no solo con relación a la entrada directa de los rayos UV que en sus frecuencias más bajas eliminan los patógenos sin dejar residuos, sino también en lo que se refiere a la ventilación, que debe ser la máxima posible e idealmente cruzada entre dos fachadas. La ventilación contribuye a eliminar los patógenos y las pequeñísimas partículas materiales que se concentran en los espacios cerrados, en los que los niveles de contaminación son habitualmente entre dos y cinco veces mayores que el aire del exterior. Suena a paradoja, pero es primordial en el confinamiento que el aire exterior entre en nuestros espacios.
Es claro que cada vivienda tiene diferentes posibilidades, por lo que probablemente se puedan tomar solo una parte de las propuestas aquí descritas para disponer de un puesto de trabajo ideal. Sin embargo, y de cara a la coyuntura que vivimos y a su incierta duración, la Arquitectura Saludable puede mejorar las condiciones de salubridad del teletrabajo, que pasada esta crisis será una forma de trabajo cada vez más habitual.
Son tiempos difíciles, sin embargo, para resistir el encierro preservando nuestra salud, es clave que interioricemos que no solo se trata de no contagiarnos del Covid-19. El mundo está cambiando y estamos aprendiendo a adaptarnos a él con más consciencia que nunca de que la salud y el bienestar son lo primordial.
Publicado previamente en portada de Mujeres&Cia 17/04/2020. https://mujeresycia.com/teletr